Durante las últimas semanas, se han visto artículos en el periódico One Voice (Una Voz) sobre el inminente Congreso Eucarístico Diocesano que se llevará a cabo en el Centro Cívico Birmingham-Jefferson (BJCC) del 28 al 29 de junio del 2019.
Yo estoy tan entusiasmada por este evento – particularmente porque puede servir como una “llamada de atención” como también una oportunidad para todos en la Diócesis de Birmingham. ¿Por qué necesito una “llamada de atención”? Porque la rutina de la vida diaria puede consumirlo todo, y puede ser arrollador querer atender nuestras responsabilidades personales y de trabajo. El constante canto de sirena con las fascinaciones del mundo – tanto buenos como malos – son distracciones contínuas a la invitación siempre presente que nos hace Dios de abrazar nuestra misión profunda.
¿Qué cosa es esa “misión profunda”? Es la invitación que Dios nos hace a cada uno de nosotros – todos Sus hijos amados – a compartir en la abundancia de Su vida divina siguiendo a Jesús en el camino a la santidad. Sencillamente, es que Dios nos invita para que seamos santos – o en las palabras del Papa Francisco, ser “Discípulos Misioneros”.
Cuando yo comparto esta idea con las personas, muchos me responden que no son lo suficientemente buenos, o que no tienen lo que se necesita para ser santos o que no les será posible. Como yo tengo la tendencia de ser una persona traviesa, a menudo les digo que estoy de acuerdo con ellos y que tienen toda la razón. Pero luego le añado, “No es posible para NOSOTROS. Pero SI es posible para Dios”. Y después que nos hayamos reido un poco acerca de no dejar que Dios sea Dios, y que verdaderamente nos está llamando a la santidad, otras preguntas salen a la superficie, como “¿Qué puedo hacer para descubrir mi profunda misión?” o “¿Cómo puedo llevar a cabo mi misión en mi diario vivir?”
“La Teología de la Cabeza, Corazón, Manos y Pies” es una frase con la cual me crucé hace muchos años durante mis estudios teológicos. A través de los años he tomado la intención original de la frase (la cual el autor usa para describir el proceso de cómo la gente llega a la fe y la creencia) y la he modificado cómo explicación de que nuestra vida espiritual debe abarcar todo lo que somos – la cabeza (nuestro aprendizaje contínuo del conocimiento de Dios y Su Iglesia), el corazón (nuestra vida de oración y meditación), las manos (nuestro servicio a otros por medio de las obras de misericordia), y los pies (dónde nosotros “vamos al desierto” a pasar tiempo con Dios en retiro). Debemos estar atentos y asegurarnos que nuestra vida espiritual tenga presente todos estos aspectos al vivir nuestra vida de fe.
Una vez comparto esta idea, entonces les pido que reflexionen sobre la manera en que más fácil han encontrado a Dios en sus vidas (Cabeza, Corazón, Manos o Pies), y también en que lugar piensan que ha sido más fácil escucharlo hablar. Una vez la podamos identificar, hemos encontrado dónde podemos edificar en nuestras vidas las otras prácticas que son necesarias para que podamos beneficiarnos de la vida divina y seguir a Jesús en el sendero hacia la santidad. Ésta es también una oportunidad para que encontremos verdadera felicidad al aceptar la invitación que Dios nos hace de abrazar nuestra misión profunda en la vida.
Un solo artículo no es suficiente para mostrarnos cómo abrazar la profunda misión de nuestra vida, y por eso en los próximos meses verán un número de artículos, videos y otros recursos que se compartirán aquí en One Voice (Una Voz) y también en el sitio de la red www.BHMCatholic.com para ayudarles con este esfuerzo. Todo el enfoque estará en cómo convertirnos en “Discípulos Misioneros” y cómo beneficiarnos de la abundancia de la vida divina, mientras compartimos la realidad que es “a través de la Eucaristía” que todo esto se manifestará en nuestra vida. Yo les invito a que den este paso y tomen el reto de prepararse para el Congreso Eucarístico, ya que mientras más nos preparemos, seremos más capaces de recibir las bendiciones y las gracias que Dios nos tiene preparadas.
En el Evangelio de Mateo (25, 1–13), Jesús cuenta la parábola de las vírgenes insensatas y prudentes que esperaban la llegada del novio, y cómo fueron compensadas las cinco vírgenes que se prepararon de antemano, y cómo se le cerró la puerta a las que no se habían preparado. Como nosotros no sabemos cuando llegará el novio, Jesús nos dice que debemos seguir el ejemplo de las vírgenes prudentes y guardar el “aceite para nuestras lámparas”. De igual modo, yo espero que al prepararnos activamente para el Congreso Eucarístico, podamos descubir que no solamente estamos preparados para recibir al novio cuando llegue, sino que nuestras lámparas brillen radiantemente con la gracia de Dios, y que podamos encarnar lo que una vez dijo Santa Catalina de Siena, “Si fuésemos lo que tendríamos que ser, prenderíamos fuego al mundo entero”. ¡Yo estaré orando para que decidas aceptar la invitación que nos hace Dios de ser quien El ha creado que seas por medio de abrazar tu misión profunda, y para que te prepares a prenderle fuego al mundo convirtiéndote en santo!